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Creemos que el hombre fue creado por Dios a Su imagen, varón y hembra los creó. Por desobediencia voluntaria cayó de su estado de inocencia. En consecuencia, por naturaleza todos los hombres son pecadores y cometen pecados. Por tanto, están bajo la justa condenación de perdición eterna, sin defensa ni disculpa; pudiendo ser salvados de esta condición únicamente por Dios a través de Jesucristo. Al morir físicamente, las almas de los incrédulos van al Hades (infierno) para ser atormentados, y las almas de los creyentes van a la presencia de Dios. Ambos grupos serán resucitados; unos para castigo eterno, y otros para vida eterna con Dios. Gn. 1.26-27; 3.1-6; Ro. 5.12-21; Jn. 3.18, 36; Ro. 3.21-24; 2 Co. 5.6,8.